Un viaje uniendo dos Zonas Francas de Sudamérica. Camino de la Muerte en Bolivia. Ruta de los Jesuitas BR 319.
Corría el mes de noviembre de 2010 cuando conversábamos con mi amigo de ruta Rafa y surgió la idea de hacer un viaje uniendo las zonas francas, Ushuaia con Manaos. Sin mas vueltas lo definimos con un corto “listo, se hace” y lo empezamos a idear. Al poco tiempo lo expusimos en nuestros asados de los viernes en la agrupación y algunos se sumaron a la idea. Lo haríamos en las vacaciones, enero de 2012. A lo largo del año fuimos recorriendo algunas de las alternativas vía google y cuando llego la fecha éramos 4 los motoviajeros para partir: Emilio, Rafael, Rubén y yo, Alfredo.
Salimos en distintas fecha por cuestiones familiares y nos juntamos el 3 de enero en la bella Santa Rosa de Calamuchita, sol, calor y río para ir entrando en clima. Continuamos hacia el norte pero con el primer tropiezo: multa para todos por pisar la línea amarilla al adelantarnos a los autos, la ansiedad por viajar nos costo cara. Esa noche llegamos a Simoca, Tucumán y pasamos la noche allí. Allí también rectifique cigueñal lo que nos retraso apenas un día gracias a un buen mecánico que nos dio una mano agilizando el tramite en San Miguel de Tucumán donde llevamos las piezas y regresamos con el trabajo hecho. Continuamos el viaje hacia Cafayate pasando por Tafí del Valle, tuvimos lluvia todo el camino que es cuesta arriba por una frondosa arboleda, un lugar muy bello, pasando Tafi del valle se sigue un camino de montañas donde la temperatura empezaba a descender tuvimos que parar a ponernos abrigo y ya mi moto mostraba la falta de aire, por lo que hubo que sacarle el filtro, por suerte ya la lluvia empezaba a parar y nos dejaba disfrutar un poco mas de lo lindo del lugar, pasamos una montaña y de repente todo seco y sol, otra vez a sacarnos la ropa de abrigo pero ya todo nos indicaba que estábamos entrando en suelo salteño por sus paisajes particulares, sus cactus, lo árido mezclado con las gigantes montañas donde solo quedaba preguntarse con paisajes tan bellos en nuestra Argentina, hace falta irse a otro lado?..
LLEGADA A CAFAYATE
Nos recibían esos hermosos viñedos con sus casas al estilo colonial, todo muy pintoresco como si fuera un cuadro hecho por el mejor pintor inspirado, paramos en un hostal donde el dueño un hombre de unos 75 años, viudo, nos preparo la habitación, la suya, nos dio de comer y nos hizo sentir como si fuéramos amigos desde siempre.
Al día siguiente partimos hacia Salta (la linda) y bien puesto ese nombre, para hacer 180 kilómetros de asfalto tardamos aproximadamente cuatro horas y media parábamos en cada montaña, todo mas que bello, el anfiteatro que esta entre montañas y hace una acústica de las que se logran con esos equipos de alta gama, y así entre asombro y enamoramiento llegamos a Salta capital paramos en hotel donde fuimos recibidos con la calidez de amigos que esperan el regreso, nos quedamos cuatro días para poder conocer todos los hermosos lugares que nos ofrecía esa ciudad, un día antes de continuar el viaje metimos las motos en un taller, Rubén para cambiarle los retenes de la orquilla y la de Alfredo para rectificar el cilindro, todo eso nos llevo un día y al otro día partimos hacia Jujuy.
CAMINO A JUJUY
Cuando íbamos para Jujuy pensamos que ya Salta nos había mostrado todas sus bellezas y no fue así, nos tenía guardado para que nos llevemos un buen recuerdo la ruta hacia Jujuy, un camino entre selva y montañas fueron 80 kilómetro y tardamos en hacerlo mas de dos horas entre paradas y fotos, una vez en Jujuy fuimos a la quebrada de Humahuaca. Otra vez fascinados con todo lo hermoso del paisaje, en Maimará, donde ya empezábamos a notar la falta de aire aprovechamos para empezar a mascar hojas de coca que nos evitaría el mareo y malestar propio del apunamiento. Parada en Tilcara y llegamos a La Quiaca, donde sacamos la infaltable foto La QUIACA-USHUAIA, de ahí a la frontera donde estuvimos mas de cinco horas para poder pasar, una vez en Villazon (Bolivia) nos encontramos con un lugar muy distinto, muy comercial, desprolijo, mucha suciedad, solo queríamos hacer noche y seguir viaje. Paramos en un hotel precario cenamos compramos unas pastillas en una farmacia que eran para el mareo (eso fue lo que nos dijeron) y al otro día seguimos viaje.
VILLAZON A SUCRE y POTOSI
Ya en ruta Boliviana, un camino exelente nos llevaba por lindas montañas y poblados continuos lo que hizo que el camino sea mas llevadero, como a unos cien kilómetros tuvimos que tomar un desvió por reparaciones en la ruta, ahí los mas experimentados bautizamos a los que nunca cruzaron ríos que mas adelante nos esperaban, camino de ripio y cruce de cinco ríos. Hecho esto, retomamos el pavimento y seguimos hacia Potosí, donde de milagro no perdimos a Rubén, erró el camino y se mando para Cochabamba.
Retomamos el camino llegamos a Potosí y realmente se veía muy lindo desde el camino, pueblo de mineros, lleno de camiones y combis, a eso teníamos que sumarle el problema del combustible ya que una nueva ley entro en vigencia por la que a los vehículos con patente extranjera se le vendía combustible a valor internacional y solo las estaciones estatales YPFB. Llegamos a una estación de servicio y Emilio experimento su primer pinchadura de cubierta, arreglo su problema, cargamos combustible y continuamos así hasta que se hizo la noche. Se acercaba la próxima zona urbana: Challapata (Challa: acogedor, en paz; Pata: lugar, origen; en el Runna Simmi). Entramos por lo que en teoría sería el centro de la ciudad, la gente se arremolinaba junto con el polvillo y la basura que rodaba por las calles. Por supuesto que estábamos muy cansados, con algo de sueño y el estómago que reclamaba su salario.
Son los momentos que la mente marca y solicita sin restricciones dos acciones fundamentales: una ducha caliente y un delicioso y suculento plato de comida. Si el cuadro empeora, generalmente aparece otro síntoma que se manifiesta en forma de mujer con todas virtudes (inteligente, capaz, extrovertida y hasta un tanto simpática).
Allí entramos: Challapata nos iba “tragando” en la noche… hasta que apareció ese “oasis” tan deseado: El Hotel.
Una de las dueñas nos dijo que también tenían comedor; así que el asunto se soluciono instantáneamente. Pero hay que desconfiar del santo cuando la limosna es grande.
Primera alegre sorpresa: el comedor tenia una doble función: también hacia de garaje.
Nosotros hacíamos las maniobras para acomodar las motos y varios comensales miraban sorprendidos mientras se llevaban la cuchara a la boca.
La cena fue Charquekan, arroz, huevo duro llama frita y papa hervida, pero alguien no lo pudo pasar y otro pago la consecuencia de este manjar desconocido para su delicado estómago, charquekan por todo el piso.
CHALLAPATA A LA PAZ (Nada como ir juntos “a la Paz”)
Salimos como a las ocho de la mañana de Challapata, nos cargaron combustible de favor 5 litros cada uno y seguimos otra vez lo hermoso del camino rutas muy buenas y ascendente donde nos perdíamos entre montañas por el camino. Eso hacia que en cada curva uno se pare y vea todo el paisaje desde una altura única.
Llegamos a La Paz y solo queda reflexionar, que ESE ERA EL MOMENTO, la moto te da un montón de cosas interminables, pero la mas importante de todas son los amigos, esto no tiene fronteras, ni credos, solo una sola cosa disfrutar de la vida de una manera diferente muchas sensaciones a la vez y para quien lo hizo siempre en auto y probo viajar en moto sabe de que estoy hablando, mas el valor agregado de cosechar amigos.
Y esto es un fiel ejemplo: entrando a la paz y hechizados por su belleza, nos paramos en un mirador para sacar fotos en ese momento se estaciona una camioneta muy ostentosa y baja un señor, Fidel con pañuelo y campera Harley, y su hijo de unos quince años, se acerca al grupo y nos saluda y nos da la bienvenida a su querida Bolivia y a su ciudad La Paz, luego de charlar se ofrece como guía para cargar combustible y sacarnos de la ciudad, recorremos varias estaciones y todas con resultado negativo, tomamos la decisión de quedarnos un día en La paz por lo que le decimos esto a Fidel y el nos ofrece su casa y mostrarnos su gran colección de Harley a lo que no dudamos ni un segundo, llegamos fue como entrar a Disney, tenia tres harley Davinson estacionadas mas una Hayabusa, una vez instalados en su casa nos llevo a su garaje para guardar las motos, donde fue entrar al Edén: tenia dos Hummer estacionados y mas de treinta motos de la clase que busques, no queríamos salir mas de ahí, y he ahí lo maravilloso de este mundo de dos ruedas, este gran persona se brindo por entero a cuatro desconocidos que veníamos en moto del fin del mundo, y no le importo la nacionalidad no se fijo en nada solo se brindo por el solo hecho de primero ser una muy excelente persona y la otra por compartir esta pasión que no tiene frontera, por eso una ves mas “GRACIAS QUERIDO AMIGO FIDEL MALDONADO, (FIDO)”
LA PAZ HACIACOROICO Y LA RUTA DE LA MUERTE
Yahabiendo recargado fuerzas partimos hacia Coroico un pequeño pueblo situado en una montaña donde uno se hace la inevitable pregunta como hicieron para hacer una ciudad ahí, y sabiendo que nos esperaba la famosa y ya en desuso Ruta de la Muerte. Este camino se utiliza solo para fines turísticos, llevan a los amantes de las muontain bike y los recogen con micros al final. Teníamos mucha ansiedad por saber como era, y hacia allá partimos por una ruta asfaltada que rodea una montaña y a medida que la transitábamos nos daba la oportunidad de ver una especie de caminos en S y precipicios y eso la hacia mucho mas atractiva, cuando llegamos al desvió para agarrar por la ruta de la muerte paramos sacamos las infaltables fotos y nadie decía nada, reinaba el silencio en el grupo mezcla de intriga y emoción de solo saber que íbamos hacer un camino en desuso peligroso y a la ves inolvidable e impactante. Allí entramos y realmente fue así, cada curva, cada ves que nos acercábamos al borde del camino de todo precipicio lo disfrutamos de una manera única hasta en un momento del viaje pasamos por un lugar donde caía un chorrillo sobre la ruta y no pudimos dejar de bañarnos en ropa interior, esas son cosas que no tienen precio. Por largo trechos podíamos marchar con los motores apagados aprovechando el descenso disfrutando de ese majestuoso silencio.
Al final de la ruta de la muerte el camino deja ver entre las montañas a Coroico, situado en una montaña es el primer municipio turístico de Bolivia, visitado por muchos turistas adolescente de todas partes, da la sensación de que creció como la vegetación que lo rodea, naturalmente.
Hicimos noche en Coroico, conocimos su pueblo que da la sensación de haber quedado en el tiempo con su antigua y colonial iglesia situada en frente de su plaza principal, sus calles de empedrado, sus bolivianas con sus trenzas y su vestimenta típica a la cual no le faltaba colorido, con sus niños envueltos en mantas de hilo y colgados en la espalda da la sensación de que el tiempo se detuvo en Coroico, a la mañana se abren sus pequeños e improvisados negocios donde se compra desde condimentos hasta herramientas y todo el pueblo circula por sus calles comprando sus víveres. Dejamos Coroico con su tradicional forma de vivir y partimos hacia Entre Ríos.
COROICO A ENTRE RÍOS (BOLIVIA)
El camino de tierra ya nos anunciaba que a partir de ahí el viaje iva a cambiar y fue así. Se torno entretenido, los próximos doscientos kilómetros de tierra y piedras y barro hizo que disfrutáramos además lo hermoso del paisaje selvático de Bolivia, el camino es mas peligroso aun que la Ruta de la Muerte, por lo angosto y todo de precipicios donde pasaban muchos camiones no dejando lugar, había que buscar donde estacionarse para poder dejarlos pasar, también confundía mucho el cambio de sentido de circulación, era por la izquierda que luego nos explicaron que era para que sea menos peligroso para los que vienen debido que los choferes pueden ir mirando el borde del camino. Llegamos a Entre Ríos como a las once de la noche totalmente tapados en tierra las motos completamente embarradas, por lo duro del camino donde hubo algunas caídas, a Rubén debido al barro que bloqueaba la rueda delantera, hasta que le saco el guardabarros , pero ninguna de gravedad.
Entre Ríos es un caserío donde esta el hotel y varios puestos para los viajantes, cuando llegamos al hotel fuimos bien atendido por su dueño, un muchacho que se vino de La Paz a instalar su propio negocio, pero con toda la fuerza pujante de progresar, así que pasamos la noche allí y a la mañana nos preparo el desayuno. Rubén aprovechó una manguera para sacarle el barro a su moto y en especial la del radiador que esta muy expuesto y seguimos viaje, sabiendo que nos esperaba un día igual o peor.
ENTRE RÍOS A REYES
Entre mucho calor, sol y tierra emprendimos el viaje, por momentos el camino nos mostraba todo un manto rojo como si alguien hubiera pintado el camino y se hacían grandes charcos de agua donde la gracia era esperar con la máquina de fotos a ver quien se caía y se inmortalizaba el momento. El calor selvático fue nuestro eterno acompañante cada parada nos tomábamos un litro de agua cada uno y así hasta que llegamos a un puente y de ahí vimos como un grupo de chicos muy pero muy humildes se bañaban en el rió. No lo dudamos ninguno de los cuatro, bajamos y les pedimos permiso para usar su rió. No tuvieron ningún problema en compartir con cuatro extraños en moto, estábamos todos refrescándonos hasta que el Rafa se le ocurre hacer una pregunta – se tiro alguna ves del puente?? A lo que el hombre no pudo ser menos y lo desafía a tirarse del puente, y ahí van los dos , con diferente hinchada el hombre por toda su familia y el rafa nosotros tres que entre medio de insultos lo alentábamos y nos preguntábamos que hacer con su moto en el caso de que haya una piedra justo debajo del puente , en resumen luego de quince minutos de inseguridad arriba del puente cada uno hace lo suyo y descubrimos que no había ninguna piedra que después de eso quien lo frenaba al Rafa por que fue el único que se animo a tirarse y se formo un vinculo de amistad con los lugareños .
Seguimos viaje siempre con el fuerte sol de acompañante mas ripio mas tierra colorada mas pozos, risas, cansancio, llegamos a Reyes, conseguimos un hermoso hotel muy prolijo, algo que nos hacia falta, nos bañamos y salimos a conocer a Reyes. Esto es oriente boliviano y se parece a cualquier pueblo de Argentina, su gente, su pueblo nos encontramos con la sorpresa que era todo muy distinto la fisonomía, es como que ahí comienza la división de Bolivia la gente se siente muy excluida del resto de Bolivia, otra cosa muy llamativa fue que en una esquina bajo la luz de un farol, es un pueblo iluminado por tubos fluorescentes, había un grupo de parroquianos en una mesa con paño verde igual a las de los casinos, jugando a las dados en la calle. Eso fue muy llamativo es como si ellos estaban en su mundo, nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente fuimos desayunar al mercado y lo hicimos junto a la gente del lugar todos sentados en una misma mesa, Majadito, que consiste en huevo arroz y unos trozos de pollo y carne, una especie de guiso seco y arrancamos, luego de ese desayuno no nos paraba nadie.
REYES A RIBERALTA
El camino cambiaba, estábamos en el llano, otro duro día de viaje llegamos de noche a Riberalta, la entrada a la ciudad nos desconcertaba era como las once de la noche y todo mal, la ciudad presentabas casas muy precarias y nosotros no teníamos otra opción que hacer noche ahí así que seguimos y de repente empezó a cambiar todo conseguimos un hotel muy bueno, con grandes habitaciones muy lujoso, nos alojamos y al otro día salimos a conocer la ciudad y arreglar las motos que debido al ripio y el entusiasmo de sus pilotos, dos de las motos habían roto su anclajes y hubo que llevarlos a soldar. Dando vueltas encontramos una pileta, del casino de oficiales de la fuerza aérea boliviana y ahí hicimos la tarde mas amena. A la noche salimos al centro y con asombro vimos cientos de motos de baja cilindradas, pero infinidad de ellas, mientras degustábamos unas copas heladas en el centro. Llegamos a contar por minuto unas cuarenta motos que pasaban por donde estábamos nosotros.
Recorrimos un poco mas la ciudad que mucho no tenia para ofrecernos, así que optamos ir al hotel y juntar fuerzas para el otro día de viaje a Guayaramerin
REYES A GUAYARAMERIN
Terminamos de preparar las motos y salimos hacia un lugar donde sabíamos que íbamos a demorar mas de lo imaginado por la experiencia de Villazón, luego de 80 kmts. Llegamos a Guayamerin, en la entrada nos recibió una manifestación pero no nos trajo ningún problema pudimos pasar bien por el medio, cargamos combustible, y fuimos directo a migraciones, una oficina en un edificio viejo, donde una sola persona nos hacia pasar de a uno, terminamos el tramite y fuimos a aduana, y nos encontramos con la sorpresa de que habría a las tres de la tarde así que fuimos a degustar una de las ultimas comidas bolivianas, hacer tiempo y esperar que se termine el temporal de lluvia que había comenzado mientras estábamos allí. Una ves abierta la oficina de aduana terminamos los tramites y lo que seguía era el temporal de lluvia, fuimos hacia la balsa y se negaban a salir con la lluvia porque del lado brasilero no permites su atraque. Dejo de llover como si nunca hubiera pasado, fue como un abrir de una ducha y de repente se cerro para nuestra suerte, así que nos desinfectaron las motos, las subimos a la balza, cara pero exclusiva para nosotros y de ahí a cruzar el rió Marmore, y es inevitable tararear la canción del rió, después de media hora empezaba aparecer Brasil. Una nueva aventura y un millón de dudas y preguntas, pero la mejor manera era bajar de esa barcaza y pisar suelo Brasilero y enfrentar ese fantasma que nos habían dado muchísimas recomendaciones. Como conclusión caigo siempre en lo mismo, la mejor manera de sacarse la duda es hacerlo, y ahí estábamos experimentando, nuestro primer inconveniente, (el idioma) no se les entendía absolutamente nada, fuera del “obrigado” (gracias) y eso era un problema, a superar como todos los que habíamos enfrentado desde el principio de esta aventura.
Terminados los papeles migratorios y aduaneros emprendimos hacia Porto Velho y a unos cien kilómetros la moto de Alfredo empezó a fallar. El maldito filtro de nafta lo hacia parar cada diez kilómetros, hasta que lo saco y seguimos viaje. Sin darse cuenta, Rubén muerde la banquina, son esos dos segundos donde el sueño te vence y te hace pegar unos sustos que se te va todo, así que me acerqué hasta el primero y dije que hasta ahí llegábamos. Estuvieron todos de acuerdo así que armamos las carpas y dormimos en la ruta, en el patio de una parador.
A la mañana siguiente seguimos viaje hasta Porto Velho, llegamos como a las once de la mañana con demasiado calor, fuimos directo hasta las casas de motos donde Rubén hizo cambiar el reten de la horquilla de nuevo porque aparentemente los que habían puesto eran de mala calidad, cambiamos un reten de la moto de Alfredo y seguimos unos 200 kms. Cruzamos una balsa y llegamos hasta Humaitá.
Entrando a Humaitá nos recibe un hermoso arco de entrada, y mucha gente caminando al costado de la ruta haciendo caminatas y trote, cargamos combustible y nos alojamos en un hotel muy agradable salimos a la noche a cenar, conocer y a mentalizarnos para el viaje por la BR 319. Cenamos y nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente dejamos algo del equipaje en hotel y partimos hacia la estación de servicio a conseguir en que llevar combustible, mas o menos 20 litros extras para cada moto.
HUMAITA A LA RUTA AMAZONICA
Provistos de combustible y agua, las motos mas aliviadas de equipaje, salimos a recorrer la BR 319 hacia Manaos, los primeros 40 kilómetros empezaron con mucho barro y pozos y de pronto asfalto y un cartel oxidado que se dejaba leer Manaos 640 kmts.
Sacamos fotos y la cuenta rápida, decíamos ya acostumbrados a recorrer largas distancias por nuestra Patagonia, “para mañana a la tarde estamos en Manaos” pero no teníamos ni idea lo que nos esperaba. Habremos hecho unos 5 kms. y la abandonada ruta Amazónica nos decía si quieren pasar por acá tienen que pagar y con sufrimiento, y así fue, empezábamos a pagar el precio de hacer los que muy poco tienen la osadía de llevar adelante, donde nos decían que tuviéramos cuidados con las víboras, las arañas y los mosquitos, pero ahí estábamos metidos en medio de un camino que dejo de transitarse hace mas de 30 años y nos castigaba en cada metro pero también lo disfrutábamos metro a metro. Llegada la noche solo habíamos recorrido 190 kmts y ya no podíamos continuar. Como un oasis en el desierto divisamos una finca, Alfredo no lo dudo y fue a pedir permiso para poder armar las carpas y por esas cosas que tiene la vida nos dieron una casita que tenían como escuela rural, agua y hasta nos dieron arroz para que cocináramos y comiéramos algo, porque fuera del agua y del combustible no llevamos comida, ese pequeño detalle se nos paso por alto (obvio que la culpa fue del capitán del equipo) Improvisamos una ducha con la canilla que había, nos bañamos, cenamos arroz blanco, partidita de truco y dormimos como no lo habíamos hecho en todo el viaje.
A la mañana siguiente desayunamos y seguimos ya sabiendo lo que nos esperaba pero no nos imaginamos que iba a ser peor, otra ves pozos barro, puentes rotos y haciendo malabares para poder cruzarlos, hasta un árbol caído que cortaba la ruta donde a fuerza de machete nos habríamos paso, nuevamente nos llego la noche luego de recorrer tan solo 180 kmts. Y otra ves como puesta para nosotros otra fazenda, esta ves fue el Rafa que pidió permiso para quedarnos con nuestro portugues demasiado precario, pero para lo que queríamos bastaba, armamos campamento y para sorpresa nuestra el dueño de la finca nos agasajo con una comida típica: arroz con chorizo y café, comimos y nos acostamos a la mañana siguiente nos bañamos en un rió que cruzaba la finca, desayunamos en la casa del dueño con café y galletas con manteca (lujo amazónico) y estábamos preparados para seguir porque sabíamos que nos faltaba mucho menos que antes. Ya a los cuatro kilómetros empezó nuestro sufrimiento donde un puente roto nos decía por acá no pasa nadie o se vuelven o bajan al rió y después vuelven a subir así que no había opción Rubén siempre sufriendo un poco mas el peso y porte de su moto, entre los cuatro cruzábamos de a una las motos y después subíamos una montaña de barro.
Superado esto, tras caídas y resbalones, seguimos, otra ves zanjones de barro pero esta ves mas profundos donde las motos se enterraban, caídas risas broncas, ya ni animo de sacarnos fotos llegamos a un caserío donde había una balsa que nos cruzaría un rió y de ahí seguir, el camino no cambiaba, hasta que de pronto divisamos un puesto de marina Brasileña encargados de “mantener el camino” y de ahí en adelante el amado y deseado asfalto, paramos, desbarramos un poco las motos.
Rubén limpio el radiador que venia completamente tapado de barro y continuamos el viaje, pero nada mas que por 30 kilómetros, todo volvió a lo que era antes y otra ves barro, unos cuarenta kilómetros y otra vez asfalto hasta un puente sin termina donde tuvimos que cruzar el rió en una precaria balsa, y otra ves el asfalto, por suerte se largo un diluvio eso hizo que nos limpiáramos un poco nosotros y las motos, ya estábamos otra ves en civilización y no solo eso había asfalto, nos apuramos a llegar a un pueblo que tenia la única forma de entrar a Manaos, su barcaza, llegamos con lo justo y colándonos entre los autos , por fin, caía la noche cuando estábamos cruzando el rió Amazonas, nuestras caras de felicidad, de superación de haber hecho lo imposible para llegar. Lo que hicimos hay que vivirlo, y esa satisfacción personal no nos la saca nadie, cruzamos con una vista excelente, era la vista del triunfo. Se puede llegar a Manaos, pero de esta manera, es mucho mas satisfactoria. Lo primero que hicimos así sucios y cansados fue buscar un bar, pedimos una cerveza y brindamos con el sabor de la victoria.
Nos quedamos cinco días en un hostel céntrico de Manaos. Recorrimos la ciudad, fuimos a la zona industrial a visitar Honda de Amazonia pero a pesar de la insistencia de Rafa solo conseguimos un teléfono para contactar a la gerente de relaciones publicas pero no se pudo concretar la visita. Hicimos una excursión para recorrer el río amazonas muy interesante. Vimos el encuentro de las aguas, fauna autóctona y almorzamos en un restaurante flotante con una variedad exquisita de pescado.
Para el retorno aparecieron las diferencias, Rubén estaba decidido a regresar a Humaita navegando tres días ya que para el y su Versys el recorrido resulto muy duro, creo que es la primera Versys en hacer este camino y Rubén, a pesar de todo, se encargo de demostrar la versatilidad de esta moto, Emilio lo acompañaría. Rafa y yo teníamos otros planes. En el puerto concretamos las salidas con representantes de los barcos que operan estos viajes. Surgió una apuesta entre Rubén y Rafa de quienes llegarían primero a Humaita. Nosotros viajaríamos a Santarén en barco durante un día y medio para luego por la BR 230 transamazonica recorriendo unos 1500 kilometros unirnos en el hotel de Humaita.
Embarcar las motos fue una pequeña odisea, había que bajarlas por unas escaleras,
pasar un muelle flotante y alzarlas a mano al barco. Las bajaron a la bodega para luego enganchar nuestras camas paraguayas al techo del barco. El viaje fue una gran experiencia, alrededor de 250 pasajeros, familias con chicos y algunos turistas, baños con duchas, bar, desayuno almuerzo y cena a valores muy accesibles.
Llegamos en el horario previsto, 4 de la tarde, a Santarem y bajamos las motos con idea de continuar hasta el anochecer pero mi moto me siguió haciendo renegar. Esta vez fue la chaveta del volante que se barrio. Hotel y por la mañana a una agencia oficial de Honda como no existe en Argentina, talleres como quirófano y mecánicos como enfermeros, un lujo!
Para las 10 de la mañana ya estábamos en la BR 164. Pasamos por Beleterra y Fordlandia, ciudad con una historia ligada a Henrri Ford, camino a Rurópolis, alli se empalma con la BR 230 Transamazonica. Tratamos de sacar plata brasilera pero los cajeros se negaros asi que compramos algunos viveres y continuamos por la Transamazonica. Llegamos a Itaituba luego de cruzar en balsa el Río Tapajos. Al caer la noche empezó a gotear, Entre la oscuridad y la lluvia buscamos una fazenda para pasar la noche y dormimos a orillas del rio Tapajós.
Amanecio con sol pero a pesar del camino, firme, con subidas y bajadas bien pronunciadas, el sol no se filtraba debido a exuberante vegetación, esto nos obligaba a una marcha controlada de entre 30 o 40 km/h. Pasado el medio dia mejoramos bastante el promedio.
Los kilómetros seguían y el paisaje era inmensamente bello y monótono. Chubascos cada tanto y agua por doquier, puentes y mas puentes. Llegamos a Jacarecanga. Cargamos combustible y partimos había una balsa por delante y muy poca información de ruta. Despues de recorrer 100 kms. llegamos al rio, la balsa no funciona, solo una canoa puede cruzar motos de a una por ves. Dos muchachos suben mi Tornado como si fuera una bicicleta, yo en la proa cruzamos y luego Rafa. Otra gran experiencia vivida.
Seguimos una media hora, ya de noche, vimos luz y paramos. Una pequeña casa, armamos las carpas bajo un alero, una ducha en una laguna al costado de la casa y arroz hervido, todo con la única luz de la luna.
Arrancamos tempranito. El camino a partir de este punto es mas llano lo que nos permitió acelerar un poco pero también nos tragamos varios pozos. Llegamos a Apui donde por suerte pudimos cargar combustible y pagar con tarjeta de crédito. A pocos kms. Encontramos el camino cortado por un camión atravesado desde hacia dos días, por suerte llagaba una topadora y luego de media hora vimos un hueco y nos mandamos con las motos. Había al menos 10 camiones esperando al otro lado. Llegamos a la balsa para cruzar el río Mata para llegar a San Antonio de Matupi o Km. 180.
Prosiguiendo, ya pensando en Humaita, nos encontramos con una tranquera cortando el camino, eran los aborígenes cobrando peaje por el uso de sus tierras, 20 reales para poder continuar. Escasos 40 kms. Nos separaba del cómodo hotel en Humaita, todo iba de maravillas, caía la tarde cuando de pronto el camino se termina, no habíamos calculado que la ciudad estaba del otro margen del río Madeira, veíamos con melancolía como una balsa acababa de salir. Dos horas de espera, cansados, mojados y con hambre para esperar el regreso de la que sería la última balsa del día. Justo cuando estamos por zarpar, pasa delante nuestro el barco donde viajaban Rubén y Emilio, se imaginarán la ansiedad de mi amigo Rafa, habría cruzado de un salto si pudiera y la realidad es que nos cruzaron gratis porque ya o teníamos reales. La suerte fue nuestra, llegamos al hotel 20 minutos antes que ellos y Rafa gano la apuesta.
La idea inicial era regresar por Peru pero los días resultaron pocos y ya no había tiempo mas que para bajar sin parar hasta el Fin del Mundo.
Trazamos una ruta toda de asfalto, recorrimos varios miles de kilómetros de este inmenso país y entramos a la Argentina por Foz de Iguazú.
Después de esta vuelta, llegar a Ushuaia fue solo un trámite pero con sus particularidades que será para otra historia.
Para los todos fue el viaje mas largo, algo que parece difícil termina siendo entretenido y mas que posible, solo tuvimos que hacer el primer kilómetro, todos los que siguieron fueron en bajada gracias a la amistad y camaradería manifiesta de los cuatro.